“Es una churrería de poner pelo a calvos”, ríe un paciente implantado hace ocho meses en Estambul. No le falta razón: las clínicas en Turquía tienen montado un negocio activo las 24 horas del día, en el que un cliente puede ser citado para su operación, sin problemas, a las tres de la mañana. Son, en su amplia mayoría, españoles.
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