Si políticamente son una generación banal, hipersensible y victimista, unas plañideras de mesa camilla y vaso de Cola Cao, culturalmente son intrascendentes.Los cabezas de cartel de sus festivales de música rondan la edad de jubilación. El trap, probablemente el culmen de su malotismo, le sonaría beato a cualquier cantante folk de los años sesenta, no digamos ya a los Ice-T y NWA. No compran libros y cuando lo hacen resultan ser los de Marwan, Rayden y Defreds,lo más cerca que la poesía estará jamás de las tazas motivacionales de Mr. Wonderful.
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