Las tormentas solares, en palabras de la NASA, son capaces de interrumpir redes de energía, comunicaciones y GPS y provocar deslumbrantes auroras. Si tuviéramos hoy una tormenta parecida a la que tuvo lugar en 1859, la vida se paralizaría. Según Ed Cliver, físico espacial del Air Force Research Laboratory de Massachussets (Estados Unidos), las alteraciones geomagnéticas fueron tan fuertes que los operadores de telégrafos de Estados Unidos informaron de chispas que saltaron en sus equipos, algunas suficientemente fuertes para prender fuego.
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