Los agujeros negros dan miedo. Por suerte no hay ninguno cercano en nuestro vecindario estelar, pero el mero hecho de imaginar un cuerpo completamente oscuro que no deja escapar nada de lo que cae en él (bueno, está la radiación de Hawking, de la que hablaba en esta entrada sobe cómo se forma un agujero negro) pone los pelos de punta. Ante nada, voy a aclarar una cosa sobre los agujeros negros: al contrario de lo que sugieren en las películas, no son aspiradoras cósmicas malvadas.
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