Una pareja de Nueva Zelanda que viajaba de París a Singapur ocupaba sus asientos en primera clase, que habían pagado para poder pasar de una mejor forma las 13 horas de vuelo que les esperaban, cuando el pasajero que tenían al lado, un cruce de bulldog, comenzó a tener problemas de flatulencias por los que desprendía un fuerte hedor. La situación se volvió insostenible para los Press, que decidieron pasar a clase turista para no tener que soportar el mal olor y los grandes jadeos del animal.
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