A 2500 pies mi compañero de salto ensancha su campana, reduciendo rápidamente su velocidad. Yo me enredo y él se aleja. Incapaz de volar con una bola de nylon, choco contra un campo de maíz rompiéndome la pelvis, espalda y cuello, que me provocan parálisis instantánea. Mientras permanezco en el suelo a la espera de ayuda, se hace patente el shock medular, que paraliza mi diafragma e impide que respire por mí mismo. Tras el boca a boca pierdo la conciencia y me llevan al hospital, donde despierto días después y comienzo mi vida como tetrapléjico
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