El tailandés Kittiwat Unarrom logró combinar la profesión de panadero y pastelero con unos instintos caníbales. Cambió el aspecto de los pasteles y bollos hasta no ser reconocidos, al tiempo que sí se aprecian en los artículos de su tienda varias partes del cuerpo humano, ensangrentadas y muy verosímiles.
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