Desde hace tres años, Víctor Fernández (43) no sale de casa sin su espray de pimienta. Lo hace desde que vivió el capítulo más terrible y avergonzante de toda su carrera como abogado, en este caso, del turno de oficio. Tras obtener una sentencia desfavorable, el cliente y su mujer acudieron por sorpresa a su despacho privado en Madrid para destrozar sus muebles, amenazarle y agredirle. "Fue terrible, estaba solo y tuve que llamar al portero; me decía que me iba a cortar el cuello una y otra vez", cuenta Fernández.
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