Esas mismas autoridades se llenan cada dos por tres la boca hablando de cómo despertar la creatividad de los alumnos, de los métodos que hay que seguir para que apliquen la tecnología a sus objetivos, y cómo hay que hacerlo para fomentar en ellos actitudes emprendedoras. Y de repente aparece uno que hace exactamente todo eso –es lo bastante emprendedor como para decidir usar la tecnología de forma creativa para su objetivo de denunciar un hecho que cree injusto– y, en vez de de felicitarlo, lo expulsan
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