Es evidente que los padres no pueden llenar el vacío que dejan maestros y profesores. Como ya comentábamos en el caso de las educadoras de las guarderías, estas profesiones están empezando a ser valoradas como merecen. La tópica y habitual crítica a los profesores por sus insultantes vacaciones o la también típica y absurda creencia de que "el que vale, vale, y el que no enseña" también se están transformando en admiración o hasta idolatría hacia los educadores por su trabajo, en general, y por su paciencia, en particular.
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