De hecho, fue más noticioso un gesto que las propias palabras del Jefe del Estado. Me refiero a la ovación de la mayoría de la cámara, que se prolongó durante varios minutos. Muy mal debe de andar la cosa cuando los diputados monárquicos tienen que esforzarse tanto ejerciendo de palmeros. Sin duda, el exceso de aplausos ha sido proporcional a la situación de debilidad que atraviesa la institución. Me preguntaban ayer por este hecho y declaré: Menos aplausos postizos y más exigencia de transparencia.
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