Los obreros de la Doe Run Co. en Perú saben que la gran chimenea de la fábrica ensucia el aire, ahoga los pastos y enferma el suelo. Y desde hace algún tiempo también saben que de los 788 chicos menores de siete años, evaluados por el Ministerio de Salud, sólo uno no estaba contaminado. El resto lleva consigo una carga tres veces mayor a los 10 microgramos de plomo por decilitro de sangre, el límite tolerable para el organismo humano. El propio sindicato sale en defensa de la compañía cuando los peruanos la acusan de envenenarles la sangre.
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