En una de las escenas descartadas de “¿Ondas del mal?” hablaba por teléfono con el aparato blindado por una de esas telas antiradiaciones que venden los más activos promotores del pánico electromagnético en España. Pues, bien, ni cubriéndolo con varias capas de tela que presuntamente frena las ondas de telefonía y se vende a precio de oro, tuve dificultades para mantener una conversación telefónica. El quid de la cuestión en el asunto del miedo electromagnético es que algunos ganan dinero asesorando a los presuntos afectados.
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