Los habitantes del norte de Europa celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol, adornando un árbol de hoja perenne. El misionero británico San Bonifacio (siglo VII-VIII), comprendiendo que era imposible arrancar de raíz esta tradición pagana, la adoptó dándole un sentido cristiano, haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del nacimiento de Cristo. San Bonifacio derribó el árbol que representaba a Yggdrasil, y en su lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas.
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