No quiero una izquierda que sea más buena que el pan y que se sienta orgullosa de haber sido aplastada durante años. Quiero una izquierda que se deje de dulcificaciones y me diga la verdad. Que no se considere a sí misma la encarnación del Bien, sino de la Razón. Y la verdad es que, en este mundo, hay clases bajas ignorantes y envidiosas. Y que hace falta ser un gobierno imbécil o hijo de la gran puta (aquí hay donde elegir) para imponer leyes y políticas que aumentan día tras día la cantidad de ignorantes empobrecidos y peligrosos.
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