El mes de abril de 1939 fue caótico en Madrid. En la capital conquistada -donde regía el estado de guerra impuesto por el general Espinosa de los Monteros, comandante del I Cuerpo de Ejército y primer gobernador militar, reinaba la sed de venganza y se produjeron numerosas ejecuciones extrajudiciales. Superados esos primeros días, se puso en marcha la máquina judicial del nuevo régimen, con consejos de guerra sumarísimos sin garantía alguna para los reos, y que solían desembocar, sin piedad alguna, en condenas a la pena capital.
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