¿En qué preciso momento el calor dejó de ser un afrodisíaco, un detonante del instinto básico, para convertirse en una profilaxis del deseo? Hace unos días volví a ver Fuego en el cuerpo (1981), ese clásico protagonizado por Kathleen Turner, William Hurt y las altas temperaturas del verano en Florida (EE UU). El calor es fundamental en la historia, es el estilista de las blusas escotadas y vaporosas de la protagonista, supura por las noches en forma de deseo e impide dormir a la gente, que gasta su tiempo en ocupaciones más cinematográficas.
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