Es una constante en la historia reciente. La derecha odió a los titiriteros y ahora repudia a los actores. No le perdonó, aquella derecha extrema, a García Lorca su lucidez y su compromiso. Ni que fuera homosexual.Quienes se dedican estos días a criticar a los actores españoles por su denuncia social y guardan un espeso silencio sobre el deterioro de nuestros servicios sociales, se sitúan en un alarmante limbo moral.
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