Por lo general, las personas que caminan deprisa suelen creer que están en todo su derecho a indignarse porque tienen la razón. Esgrimen argumentos de estudios que sugieren que es menos probable que quien anda deprisa muera de un infarto, desarrolle alzhéimer o sufra un empeoramiento de su cáncer de próstata, y que los que caminan despacio se mueren antes.
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