Al inicio de la pandemia, la OMS centró sus recomendaciones en la higiene de manos y la limpieza de superficies. En ese caso, el contagio se producía al tocar esas superficies con la mano y, posteriormente, llevarnos esas partículas víricas a boca, nariz u ojos. El papel de las partículas más pequeñas de saliva que pudieran mantenerse en suspensión se consideraba prácticamente irrelevante. Ahora está claro que, aunque sea torpemente y por poco tiempo, el coronavirus vuela.
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