¿Es ético utilizar todos los avances que la ciencia brinda para intentar salvar a un bebé prematuro? ¿Se debe optar por la vida, aunque el precio sea vivir con grandes secuelas? A éstos y otros dilemas similares se enfrentan casi a diario los pediatras que atienden a los grandes prematuros, esos seres diminutos de menos de 1.500 gramos. Cada médico actúa en conciencia apoyado en la decisión de los padres. Pero no hay ninguna legislación ni ningún protocolo que explique cómo actuar.
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