Como su reino no es de este mundo, la Iglesia es propensa a olvidar que está sometida a las leyes de los hombres, y que, ante los gravísimos casos de pederastia que afronta, su código canónico no deja de ser una curiosidad en invierno y un buen abanico en verano. Lo sorprendente es que la Justicia ignore el Código Penal y se conforme con tres avemarías.
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