Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX los monjes jerónimos de Belém, un barrio portuario de Lisboa, afrontaban severas penurias económicas fruto de las desamortizaciones decretadas por el liberalismo portugués. Para esquivar la ruina, decidieron vender su ancestral receta pastelera a una fábrica de azúcar cercana. Y así, en tan improbables circunstancias, nacieron los pasteles de Belém.
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