Narra el propio Maiakovski que durante uno de sus largos viajes en tren por Rusia, tuvo que sentarse en el mismo compartimento que una joven, aquella joven no era una compañera proletaria, sino una señorita burguesa, sentada sola frente a un desconocido de dos metros de alto. Cuando el tren se disponía a atravesar un túnel, se sobresaltó -temiendo que aquel enorme hombre fuese a hacerle algo aprovechando la oscuridad-. Maiakovskiï, al percatarse del sobresalto, le dijo para tranquilizarla: "No se preocupe, señorita, soy una nube en pantalones"
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