Primero la obligación y luego la devoción. Es el mantra que me inculcaron mis padres (y los de toda una generación) que marcaba el trabajo como la parte más esencial de la vida. De hecho se dice que si tienes un trabajo que te gusta no tendrás que trabajar nunca. Pero ahora tengo 37 años, llevo dos décadas trabajando y me pregunto, ¿es realmente así?
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