“La fiesta sigue en casa, como cada finde”. Es noche de viernes en la madrileña Puerta del Sol. Tres jóvenes cargan con bolsas que contienen botellas de ron. Caminan con prisa. Son las once, la hora que marca el toque de queda y el cierre de los bares en la Comunidad de Madrid. La calle sin embargo, no huele a toque de queda. Hay corrillos y aglomeraciones de quienes salen de los locales aún con ganas. Abundan los vasos de plástico, los cigarrillos, los cánticos y los abrazos.
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