(...) Caen las hojas amarillas y, con la muerte Krahe, se apagó un fuego encendido de ironía y se rompió otro escudo contra las proclamas bobaliconas. Hoy día, la gente desconfía tanto del prójimo, de sus intenciones y de sus sentimientos, que algunos se han autoconvencido de que la gente común no sabe que está mal pegar a las mujeres o escupir a los transexuales. Vas tan tranquilo por la calle y te para un tío, como los testigos de Jehová, para darte la buena nueva de que los nazis fueron malísimos y Franco un dictador. Por si no lo sabías.
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