Los investigadores pidieron a un grupo de estudiantes que contestaran a una serie de preguntas relativas a su gusto por darle al coco, con preguntas como por ejemplo: “Me gusta dedicarme a tareas que implican encontrar nuevas soluciones” o “Intento pensar lo mínimo imprescindible”. En base a las respuestas, los participantes fueron divididos en dos grupos de 30: un grupo de pensadores y otro de no-pensadores (en inglés hay que reconocer que suena mucho menos ofensivo…) y para determinar sus niveles de vagancia, a nivel físico...
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