Internet, como Biblioteca de Alejandría, como sabelotodo virtual, puede ser ciertamente adictivo para la gente. Esta compulsión, pues, empieza en un circuito cerebral ancestral que nos gratificaba por obtener información. (Nuestros antepasados que se complacían en reunir datos podrían haberse propagado más genéticamente que aquellos otros que mostraban poco interés por las cosas nuevas).
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