El cachete, el azote y la bofetada son formas de castigo físico frecuentes y ampliamente aceptadas por los padres para corregir y controlar a sus hijos. Pero este tipo de comportamientos, ¿son realmente eficaces?, ¿hay ocasiones en las que son imprescindibles?, ¿no usarlos significa permisividad y falta de control y de normas? Aunque el castigo físico puede disuadir al menor de manera inmediata, sabemos que su uso no es recomendable por diferentes motivos.
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