El 10 de marzo desapareció Jeremy, un niño canario de siete años, y dos meses después, desaparece Maddie, una niña británica de cuatro años. Sin entrar a valorar la culpabilidad o no de los padres, ni en el circo mediático, lo que sí es evidente es el diferente trato dado a una y a otra noticia. Jeremy proviene de una familia humilde que ha contado con el amparo de todo el pueblo canario. La de Maddie es una familia acomodada, que desde el principio contó con el apoyo incondicional de deportistas, escritores, políticos y hasta del Papa.
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