Sucedió en la ciudad alemana de Ingolstadt. Un niño de once años encontró en la calle la llave un autobús privado, se subió en él, lo arrancó y fue recogiendo pasajeros por la ciudad, que no apreciaron nada extraño en el hecho de que un chaval en edad escolar manejara el vehículo. Finalmente, un transeúnte se fijó en la errática trayectoria del autobús y decidió llamar a la policía.
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