Abdullah consiguió que Salwa sonriera con las bombas: logró convertir el ruido de los proyectiles en un juego para que su hija de 3 años viviera ajena a la cruel guerra de su país. Padre e hija consiguieron huir de Siria y empezaron una nueva vida en Turquía, hasta que el pasado 6 de febrero la tierra volvió a temblar bajo sus pies. Esta vez, un terremoto acabó con todo lo que habían conseguido reconstruir, pero han sobrevivido. “Ahora Salwa siente miedo cada vez que tiene que entrar en una vivienda interior”. Nos lo cuenta Abdullah: (...)
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