A principios de los 90, una pareja filipina entró en Japón ilegalmente con pasaportes falsos. Una vez establecidos, se casaron y tuvieron una hija. Pero en 2006, la madre fue detenida por los servicios de inmigración. Durante tres años, los padres han luchado en los juzgados contras las férreas leyes de inmigración japonesas. Finalmente, el Tribunal Supremo decretó que los padres debían abandonar el país. Se estima que alrededor de 500 familias se encuentran en la misma situación.
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