Imagina que vas hasta donde está la Mona Lisa y dices «me gustaría ser el dueño de esto» y alguien que anda por allí te dice «dame 65 millones de dólares y quemaré una cantidad no especificada de la selva amazónica para darte este recibo de compra». Le pagas y te dice «aquí tienes tu recibo, gracias por tu compra». Y acto seguido se va hasta un armario de suministros sin marcar en la parte trasera del museo y guarda allí una etiqueta hecha a mano, detrás de las escobas, que dice «la mona lisa es en estos momentos propiedad de Jacobgalapagos».
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