Resulta difícil hacer una crítica a un divulgador de gran prestigio como es Manuel Toharia — aunque no sea la primera vez que lo hago. Y resulta difícil no sólo por ser uno de mis más admirados divulgadores o por intentar mostrar lo equivocado que está —¡todo el mundo comete errores!—, sino por abandonarse en algunos de los peores vicios que un divulgador puede cometer: no ser experto en un tema (y creerse tal) y divulgar errores conceptuales de bulto, además de transmitir justo el mensaje contrario al que ha llegado el consenso científico.
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