En 1968 Kubrick acababa de lograr un éxito mundial con 2001, una película que en un principio parecía que iba a ser un fiasco de taquilla. Pero los chicos del ácido y la marihuana vieron en ella, y sobre todo en su tramo final, todo un “viaje” en la pantalla del cine de su barrio. Ante las cifras de taquilla, la Metro aceptó financiar el siguiente proyecto de Kubrick, su Napoleón. En concreto la escritura del guión y los sueldos de los asistentes que contrató el director para documentarse
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