Nacemos para reírnos y no para llorar. Llorar se aprende a lo largo de la vida. A esta curiosa conclusión llegaron los científicos psicolingüistas del Instituto Max-Planck para la Psicolingüística de la ciudad de Nijmegen, Holanda. Sonreimos cuando nos hacen cosquillas y reímos de un buen chiste de manera instintiva. En cambio, los llantos y sollozos emocionales se aprenden con la experiencia.
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