Según explicó a este periódico la directora del Mariano Baquero, «de la misma forma que no autoricé a un imán a dar una charla en este instituto porque es un centro público, tampoco me parece bien que, disfrazado de testimonio de fe o de vida, venga alguien a las aulas a hablar de otras cosas». Son los mismos que la gente decía que eran unos borrachos que la estaban liando con una cruz en alto al grito de «¡aleluya! ¡aleluya!» por las tascas de Murcia.
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