Cuando el escritor Aldous Huxley escribió Un mundo feliz en 1932, nos legó una novela distópica que nos mostraba un mundo enajenado por los avances científicos y tecnológicos. Algo que, por eso mismo, anticiparía el carácter del capitalismo global cuando este apenas comenzaba a esbozarse. Para ello, Huxley imaginó un mundo donde todas las relaciones sociales se basan en el consumo constante y en el que el pensamiento crítico, el arte y la familia eran erradicados por tratarse de fuentes inevitables de dolor y sufrimiento.
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