El voluminoso cerebro humano moderno evolucionó hace cientos de miles de años y, en general, se ha mantenido prácticamente sin cambios. Así pues, está adaptado de forma innata a la información analógica, por ejemplo, para concentrarse en la próxima caza o en la búsqueda de plantas comestibles. Sin embargo, ahora castigamos a nuestro antiguo órgano pensante con un diluvio diario de información digital que, a juicio de muchos científicos, podría acarrear efectos duraderos preocupantes.
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