La situación era tan escandalosa que hasta el Gobierno y la justicia de Reino Unido, tan acostumbrados a pasar por alto los desmadres de sus nacionales en la costa española, han tenido que actuar. La primera ministra, Theresa May, advirtió de "duras sentencias de cárcel", el ministro de Exteriores, Boris Johsnon, ironizó con que sus ciudadanos tienen el "aparato digestivo más delicado del mundo" y son la vergüenza del país.
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