Cuando una mujer tiene un accidente de tráfico –el mismo accidente que un conductor masculino- sufre heridas mucho más graves que el hombre –un 47% más– y tiene un 17% más de probabilidad de morir. La razón hay que buscarla en la manera en la que están diseñados los vehículos. Vamos a fijarnos primero en el asiento del conductor. La industria diseña una “zona de conducción” masculina, adaptada a la altura, el volumen, el peso o la musculatura del hombre medio. Y desde ahí diseñan la seguridad para el conductor en caso de accidente.
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