La muerte del gran filósofo griego Sócrates (470-399 a.C.), maestro de Platón, sigue siendo hoy en parte un misterio. Nadie cuestiona que pereció envenenado, tras tomar una copa de cicuta. Su condena a muerte por un tribunal, acusado de corromper a la juventud, pese a que su más grave delito fuese oponer resistencia a la tiranía de Critias sobre Atenas, la ejecutó el reo de su propia mano.
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