Ubiquémonos una fría mañana de 1838 en Inglaterra. La joven Reina Victoria de 19 años, desde hacía unos pocos meses era la monarca del Imperio Británico, y como soberana, casi nunca salía del Palacio de Buckingham en Londres.Uno de los guardias de la reina se encuentra cumpliendo con sus habituales rutinas de vigilancia, y al entrar a la Salón del Trono, logra divisar una extraña figura de alguien que no debería estar allí a esas horas.
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