Dice la Constitución que ninguna religión tendrá carácter estatal. También dice otras cosas sobre la interacción entre confesiones y Estado, pero quiero centrarme en esa primera frase, fundamento de la neutralidad religiosa de los poderes públicos. Es una bonita oración, que permitió establecer la laicidad del Estado evitando la palabra “laico” (¡la bicha! ¡la bicha!) pero que consagra el principio democrático básico de que las instituciones públicas no se pronuncian en cuestiones religiosas.
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