Desde el momento en que hablar de chusma es políticamente intolerable el discurso social se vuelve contradictorio; y, por lo tanto, insostenible. La izquierda, para no caer en el abismo de su propio pasado, debe creer y proclamar que el pueblo es bueno, es sabio, es noble y sabe lo que hace. Y eso no solo es mentira, sino que le sirve a la derecha para ejercer con más efectividad su dominio ideológico. Porque el discurso económico sí justifica el sufrimiento triste pero inevitable de quienes se oponen a los planes del capital y los mercados.
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