Quien va a ver un acto electoral de Alfonso Guerra sabe o debería saber que no va a presenciar un simple mitin. Asiste en realidad a una representación teatral, a una comedia en la que el monologuista alterna fragmentos de Dickens con trozos de telediario, lecciones de filosofía política con otras de historia contada para niños y nociones de economía con sketches de Faemino y Cansado.
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