La labor de los monjes de Oia era doble. Por un lado, eran vigías, utilizando el campanario del monasterio como torre de vigilancia, y por otro, el Abad tenía el rango de general y ostentaba el mando de la defensa local. El 14 de marzo de 1624 pusieron a prueba su artillería, que había recibido tres años antes del capitán general de Galicia, el marqués de Cerralbo. En el horizonte atisbaron varias velas de galeras otomanas persiguiendo a dos barcos cristianos que se dirigían hacia la costa y todo el monasterio se puso en estado de alerta.
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