Tener mascota y vivir de alquiler se ha convertido en una combinación perdedora. A las eternas reticencias de los arrendadores a dejar que en su piso vivan perros o gatos, se suma la baja oferta de vivienda en alquiler de larga duración y los altos precios, lo que termina por crear una tormenta perfecta para aquellos inquilinos que desean convivir con sus mascotas. En España, en estos momentos, tan solo uno de cada diez pisos admiten mascotas dentro del contrato de arrendamiento (10,5%).
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